
Entonces, ¿Quién puede negar que “La Vinotinto” es reconocida en cualquier rincón del país y hasta en el exterior? ¿Quién puede negar que a cualquiera que se le pregunte, “La Vinotinto” le rememore momentos de satisfacción más que de frustración? Y por último, ¿Quién se atreve a negar que “La Vinotinto” tiene cada vez más seguidores y seguro seguirán creciendo? Por tanto, ¿nos atreveríamos a dudar que la marca “La Vinotinto” sea una marca sólida y de alto valor?
Ese es el papel que juega “La Vinotinto” para nuestra selección de futbol e incluso para el país. No se trata sólo de describir el color más característico de su uniforme, se trata de crear identidad e identificación a través del equipo. Y esta no es una práctica nueva para el futbol, ya existe “La Furia Roja” para España, “La Tri” para México, “La Albiceleste” para Argentina, entre otros casos.
La pretensión de Chávez de cambiar los colores de la selección de futbol, por un mero capricho nacionalista que no le agrega valor a la imagen del equipo y que por el contrario lo haría idéntico al equipo de Colombia y Ecuador (sin importar el efecto diferenciador), es simplemente no entender el poder que una frase tiene como identidad de marca y lo que se ha logrado hasta ahora a favor del equipo. Pero ya lo reza el refrán “No se le pueden pedir peras al olmo”.
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